Taiz, la denominada "ciudad de las estrellas"

Se llega hasta aquí a través de una de las rutas más impresionantes, la que parte de Sana´a. Un viaje hacia el sur de unos 400 kilómetros que ribetea las cimas de las montañas.

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A lo largo de este camino el paisaje cambia de los áridos marrones de las laderas de las montañas a los verdes valles que nacen de precipicios y terrazas, y de la altura de la capital, situada a unos 2.200 metros, a los 1.200 metros de Taiz. Si se llega al caer la noche es muy probable que se tenga la sensación de aterrizar en todo un valle de estrellas. Es la mejor bienvenida que Taiz puede dar a sus visitantes.

Al llegar a esta ciudad de casi medio millón de habitantes lo primero que seduce son  las calles enclavadas en el pasado, unas calles que invitan a caminar por el pavimento de piedra y  arena que evita que los fuertes torrentes de agua provenientes de las montañas se lleven consigo el asfalto.

La ciudad antigua de Taiz data de hace miles de años. Fue elegida capital varias veces a lo largo de su historia por su seguridad y su aislamiento. Muestra de ello es su fortaleza Qahira, donde los reyes instruían al primogénito de los Sheiks, los hombres sabios más importantes del reino. Además de instruir notables y guerreros, el rey se aseguraba con esta educación la lealtad de sus siervos. En la actualidad la fortaleza ha sido restaurada y continúa vigilando la ciudad de frente con las imponentes montañas de fondo, entre las que destaca Jabel Saber, la reina de las montañas en el paisaje de Taiz con sus 3.070 metros de altura. Desde la cima, al caer la noche, se puede comprobar el porqué del sobrenombre de la villa: “la ciudad de las estrellas”.

Por el día se asoma el impresionante valle que alberga los principales cultivos de la zona, principalmente, frutas, hortalizas y qat. Ya en la ciudad, la Madraza Ashrafite y la Mezquita Al Muzafar llenan de contraste el entorno urbano con la claridad de su piedra frente a los tonos oscuros de las montañas que la rodean.

Para saborear el encanto de la ciudad, nada mejor que comenzar con el toque Shaibani de la cocina de Taiz. Incluye delicias como pescado especiado y un postre elaborado con trozos de pan y miel yemení. Además no hay que olvidar su tradicional forma de tomar el té, acompañado de sabrosos dátiles.

Otra de las costumbres más afamadas de la ciudad son los tatuajes con los que las mujeres decoran su cuerpo. Los dibujan en su piel con el naqsh taizi, una mezcla del clásico naqsh negro para delimitar el dibujo y henna roja para rellenar el diseño. A estos tatuajes se suman otros adornos a base de artesanía y joyería de la zona, destacable por su ancestral elaboración en los diseños.

La cordillera yemení que rodea Taiz, con toda la variedad de sus paisajes, forma parte del tesoro natural más sobrecogedor e impresionante de todo Yemen. A ello hay que añadir la calidez y hospitalidad de su gente, siempre dispuesta a recibir al visitante con las manos abiertas.

Yemen: panal de rica miel 

Los viajeros y comerciantes se han referido a Yemen durante mucho tiempo como la “Arabia Feliz”. El porqué se debía a la riqueza agrícola del país y a su habilidad para el comercio. El café, el incienso y la miel de Yemen, entre otros productos, junto a su posición geo-estratégica en las rutas comerciales este-oeste, fueron el inicio de la leyenda de su famosa riqueza.

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La miel sigue siendo uno de los productos típicos de Yemen y sigue estando considerada como una de las mejores del mundo. Su forma de elaborarla es ancestral. Los apicultores yemeníes cosechan la miel con métodos naturales y tradicionales. Todavía usan humo para sacar a las abejas de la colmena y luego preparan la miel a mano. Los trabajadores de la miel, muchos de ellos nómadas, se trasladan a lugares donde las flores y los árboles son auténticas reservas naturales para la obtención de la miel. Se niegan a utilizar técnicas modernas para proteger y alimentar sus colmenas para mantener su pureza. La miel de Yemen viene directamente de las flores y los apicultores no proporcionan suplementos alimenticios ni pesticidas a sus abejas, el negocio de la miel está sujeto a la voluntad de la naturaleza. Por ello, este dorado manjar es tan apreciado por los gourmets y, claro está, repercute en su precio. La miel yemení es una de las más caras del mundo.

En una tienda de miel de Yemen uno se sorprende por la enorme variedad de tipos y productos elaborados a base de miel. Usando diferentes flores, el rendimiento, los sabores, los colores y la textura es muy diferente. Hay mieles que provienen de una sola flor, y estas son las más caras.  La miel se clasifica por la flor, por la región de donde procede y por sus propiedades medicinales.

La más apreciada es la miel Sidr. Viene de Hadramaut y la cosecha se produce en los meses de invierno. Esta miel procede del árbol Sidr, una especie milenaria muy venerada y sagrada con multitud de propiedades curativas. Su color es marrón oscuro y su sabor es muy peculiar, con cierto toque medicinal. Un kilo de Sidr, adquirido en la tienda, cuesta alrededor de sesenta dólares. Una búsqueda rápida en Internet revela que el precio de la miel Sidr puede aumentar hasta doscientos dólares por kilo cuando se solicita desde el extranjero.

La miel cura casi todas las enfermedades menores, como la indigestión, infección, problemas respiratorios… y se usa también como afrodisíaco.
Más allá de su sabor y de sus atributos medicinales, la miel posee un gran potencial de crecimiento económico para Yemen. A diferencia del cultivo del café, la apicultura requiere poco agua, y, dado su carácter nómada, es totalmente sostenible.

El elevado precio de la miel de Yemen hace de ésta un producto lucrativo para la exportación, sin embargo, sólo alrededor del 15 por ciento de la miel de producción local se abre paso en los mercados internacionales. Está claro que aún hay muchos paladares que no han degustado tan codiciado manjar.

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