Nam Madol; El secreto de los Pohnpeian

Micronesia es una región de Oceanía que, con una población total de 340.000 habitantes, comprende los archipiélagos del oeste del océano Pacífico, al sur de Japón, y al norte de Melanesia.

© Asier Reyno

TEXTO Y FOTOS: Asier Reino

Políticamente alberga ocho territorios diferenciados. Tres de ellos son dependientes de Estados Unidos: Guam, Wake y las Islas Marianas del Norte, y los otros cinco son estados independientes: Palaos, las Islas Marshall, Nauru, Kiribati y los Estados Federados de Micronesia.

Este último país está formado por cuatro estados no demasiado homogéneos entre sí, debido a la gran cantidad de millas marinas que separan unos de los otros. De esos cuatro estados, uno recibe el nombre de Pohnpei, en honor a su isla principal, una de las islas Senyavin, englobadas a su vez en el archipiélago de las islas Carolinas. Aunque existen también algunas minorías chinas y, sobre todo, estadounidenses, la mayoría de los habitantes de la isla de Pohnpei, o Ponapé, como se la conocía en castellano hasta la década de 1990, son pohnpeian, una etnia micronesia de la que se desconoce su verdadera procedencia.

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Los cuatro estados que componen el país, Ponhpei, Yap, Chuuk y Kosrae, que suman en total 607 islas dispuestas, más o menos, en una hilera horizontal paralela al ecuador, fueron descubiertos por exploradores europeos, primero portugueses en busca de especias y luego españoles, en el siglo XVI. El Imperio español las acabó vendiendo a los alemanes en 1899 y, más adelante, fueron conquistadas por los japoneses en 1914, que las ocuparon hasta que, en febrero de 1944, fueron arrasados por los aliados dentro de la Operación Hailstone. Tras la victoria aliada, todo el territorio fue entregado por la ONU a Estados Unidos como parte del Territorio Fiduciario de las Islas del Pacífico.

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En 1979, sin embargo, cuatro de los distritos de este territorio que administraba en Fideicomiso Estados Unidos sancionaron una nueva constitución, transformándose en los Estados Federados de Micronesia.

Los distritos vecinos de Palaos, Islas Marshall y las Islas Marianas del Norte decidieron no participar en aquella votación. Al principio, el nuevo país firmó un Pacto de Libre Asociación con Estados Unidos pero en 1986, aunque ambas partes decidieron conservar ese estatus, los Estados Federados de Micronesia enfatizaron su independencia y cambiaron algunos términos del acuerdo pactado siete años antes. Con ello consiguieron salvaguardar una identidad propia que los años de colonialismo no habían conseguido extinguir. Y es que los ancestros de los pohnpeian se establecieron en ese territorio al menos 4.000 años antes.

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El primer sistema de caudillos descentralizado evolucionó en un imperio económico y religioso más centralista. O eso se cree. Porque hay otras teorías que tratan de explicar de dónde vienen los pohnpeian y, aunque son demasiado esotéricas para darles credibilidad, lo cierto es que la existencia de algunas increíbles ruinas, como las de la enigmática ciudad de Nam Madol, colaboran en avivar la idea de ese misterioso origen y, desde luego, demuestran que la isla de Pohnpei fue el epicentro de una civilización micronesia de la que no se sabe casi nada. Nam Madol es un conjunto de islotes artificiales que componen una ciudad antigua, de piedras de grandes dimensiones que, al igual que las pirámides de Egipto, revela la existencia de una poderosa y desarrollada civilización del pasado que, enigmáticamente, consiguió arrastrar hasta este aislado rincón del Pacífico, de forma sorprendente, piedras de gran tamaño que sirvieron para construir los templos y demás estancias que conforman el complejo.

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Nam Madol es, en realidad, una serie de pequeñas islas artificiales unidas por una red de canales. Por eso se conoce como la Venecia del Pacífico. Parece que era el centro ceremonial y político de la dinastía Saudeleur, que reunió bajo su gobierno a las 25.000 personas de Pohnpei, durante muchos siglos, desde aproximadamente el año 500 aC. hasta el 1500, cuando se produjo el declive del sistema centralizado y empezaron a llegar los invasores europeos.

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En el centro de la ciudad había una residencia especial destinada a la nobleza, y también a actividades funerarias presididas por los sacerdotes. Se cree que la población de Nam Madol no excedió nunca de 1.000 personas, todas ellas de las clases sociales más altas. Se cree también que todo el complejo pudo servir, en parte, para que los gobernantes Saudeleur pudiesen organizar y controlar a sus potenciales rivales, requiriéndoles vivir en la ciudad, y no en otras islas, donde sus actividades hubieran sido más difíciles de controlar.

En Nam Madol no había agua dulce ni alimentos, por lo que se tenía que ir al interior de la selva para encontrarlos. Esto no suponía un problema para los Saudelaur, ya que al ser los jefes supremos, la gente les traía todo lo que necesitaban. Pero cuando los Saudelaur fueron derrocados y comenzó la era de los Nahnmwarkis, que al principio siguieron ocupando Nan Madol, éstos abandonaron la ciudad ante la incomodidad que suponía tener que adentrarse diariamente en las isleñas junglas, para conseguir los suministros más básicos.

Hoy Nam Madol forma un complejo arqueológico que cubre más de 18 kilómetros cuadrados, e incluye toda la arquitectura megalítica construida sobre esa zona de arrecife de coral a lo largo de la orilla de la isla Temwen, además de varios otros islotes artificiales, y de la propia Pohnpei,bla isla principal. El corazón del lugar, con sus paredes de piedra, tiene un área aproximada de 1,5 km de largo, por 500 metros de ancho, y contiene casi 100 islotes artificiales, formados de piedra y coral, rodeados por canales.

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La datación por carbono indica que la construcción de Nan Madol se debería enclavar alrededor del año 1200. Sin embargo, las excavaciones muestran que el área pudo haber sido ocupada mil años antes, desde el 200 d. C. y que, en realidad, las obras pudieron iniciarse entre los siglos VIII y IX, aunque las principales estructuras megalíticas no se alzaran hasta 300 años después.

Aunque se llegaron a identificar algunas probables canteras alrededor de la isla, el origen exacto de las piedras de Nan Madol está aún por determinar, ya que el consenso científico las descartó y abrió la hipótesis de que las piedras fueran transportadas a su posición actual probablemente mediante balsas, aunque nadie ha podido demostrar tampoco este procedimiento, ni el posible lugar del que procedían. Los arqueólogos mantienen que ambas cosas son, a fecha de hoy, un absoluto enigma. Muchos habitantes actuales de Pohnpei sostienen, sin embargo, que las piedras llegaron volando a la isla gracias a la magia negra. Pero quien esto escribe, obviamente, no defenderá tal teoría para justificar la misteriosa existencia de un lugar que hasta 1985, y debido a su remoto emplazamiento, no fue declarado lugar histórico.

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Sea como fuere, Nam Madol parece ser la clave del secreto origen de los pohnpeian. Y es que otro aspecto intrigante es la correlación casi exacta entre la histo ria transmitida por tradición oral entre ellos, a lo largo de los siglos, y las dataciones científicas derivadas de los vestigios desenterrados en excavaciones arqueológicas.

Pareciera que los pohnpeian supieran perfectamente su historia pero, por alguna razón, prefirieran mantenerla bajo un halo de misterio, que ha alimentado durante décadas la imaginación de numerosos escritores de ficción. Y es que, según la citada creencia local, un mago llevó volando desde una gran distancia las enormes losas de las que están compuestos los edificios de Nam Madol. Por esta razón, los iniciados de la hermandad de los ‘tsamoro’, le dan a su isla el nombre de “Sobre el secreto”.

 

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A todo esto se suma el hipotético continente de Lemuria, formulado por algunos científicos en el siglo XIX, que tendría también, supuestamente, su base en Pohnpei. Las leyendas surgidas alrededor de Lemuria llevaron a muchos místicos franceses a relacionarlas con las inusuales ruinas de Nam Madol, explicando la existencia de este lugar como lo que quedó emergido de ese hipotético territorio tras el cataclismo que lo sumergió bajo el agua. Lemuria constituiría un gigantesco continente, anterior a África y a la Atlántida, que habría sido destruido por efecto de terremotos y fuegos subterráneos, y que se habría sumergido hacia el fondo del océano, hace algunas decenas de miles de años, dejando sólo como recuerdo varios picos de sus más altas montañas, que ahora serían islas.

Esta extensa región comprendería Sudáfrica, Madagascar, Sri Lanka, Sumatra, Australia, Nueva Zelanda y gran parte del sur del océano Pacífico. El nombre derivaría del hecho de que en sus tierras hubiera lémures, o parientes cercanos, y explicaría que tanto en la India como en el sur de África se dé la existencia de este extraño animal. Sin embargo, y aunque el avance de la ciencia ha demostrado la imposibilidad de este hecho por las pruebas ofrecidas gracias a la teoría tectónica de placas, que descarta la existencia de un continente perdido, lo que no ha conseguido es desentrañar el misterioso origen de Nam Madol, ni de sus herederos y custodios, los pohnpeian, una tribu que, además, presenta algunos rasgos culturales bastante curiosos, que los hacen verdaderamente especiales.

Organizados socialmente en un sistema de clanes, generalmente matriarcales, dan mucha importancia a las familias extensas tradicionales, donde los hogares incluyen a padres, abuelos, hijos, primos e, incluso, parientes más lejanos. La danza y la música
ocupan un lugar muy importante, y el curioso baile del palo, donde se danza a la vez que se simula una lucha con una estaca, es quizá uno de los rituales más representativos. A diferencia de los bailes de pie, que se realizan por separado, en él niños, hombres y mujeres danzan a la vez.

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Mención especial merecen también sus funerales, unas ceremonias fundamentales para esta cultura, que normalmente siempre están vetadas a los extranjeros. Generalmente cristianos, los habitantes de Ponhpei, sin embargo, mantienen un rito funerario ancestral que recuerda mucho al de los Toraja de Sulawesi que, aunque étnicamente no tienen nada que ver, sobre un mapa no quedan tan lejanos. Al igual que aquellos, los funerales de los ponhpei duran también al menos tres días, aunque el luto de la familia en el lugar del sepelio se puede extender durante un periodo mucho más largo, en el que otros familiares y una larga lista de amigos, vecinos y conocidos tratan de acompañar en todo momento a los más allegados, para que n se sientan solos ante el dolor. Porque aquí a diferencia de lo que pasa con los toraja, la despedida del difunto sí que es algo claramente doloroso. Otros aspectos como la matanza de cerdos, su asado al fuego, y su posterior reparto entre todos los asistentes, que durante los tres días permanecen de relajada reunión en el lugar, son igualmente similares a los ritos funerarios toraja. También lo es el hecho de marcar cada día con un ritual diferente: la jornada del cerdo, la del pescado, etc.

Pero si hay algo que marca la especialidad de un funeral pohnpeian es la ceremonia del sakau, exclusiva de esta parte del mundo, y de esta cultura. El sakau es una planta que se considera sagrada en estas islas. Mezclando sus raíces con agua y exprimiéndolas durante un laborioso, complicado y ceremonioso proceso, se logra una pasta, y un posterior líquido de sabor bastante desagradable, que tiene un potente efecto narcótico. Durante los rituales del sakau, hombres y mujeres esperan sentados en el suelo a que les vaya llegando una y otra vez el cuenco, mientras departen amistosamente y se alternan para pronunciar discursos sagrados. Poco a poco, según más sorbos se van bebiendo, se comienza a notar un bienestar, una paz y una tranquilidad que provocan que cada vez se hable menos. Y es que el sakau va dejando anestesiados, y con una apacible mueca de felicidad en la cara, a todos los participantes, de forma que la conversación se termina diluyendo.

Pese a estos claros efectos, sin embargo, el sakau no está considerado una droga en la cultura pohnpeian. Es legal y su uso está absolutamente extendido. De hecho, hay  incluso una especie de tabernas a donde se va exclusivamente a beber sakau. Y también se puede comprar en polvo o en botella aunque, obviamente, no es lo mismo, ya que la técnica de cómo exprimir las raíces y la importancia de cómo ingerirlas recién extraído el jugo, se conservan igualmente como un secreto más de una cultura que guarda su origen como otro gran misterio. Y que habita, no se puede olvidar, unas islas cuyas costas albergan las ruinas de la enigmática ciudad acuática de Nam Madol, construida, nadie sabe cuándo ni por quién, con gigantescos bloques de basalto sobre 91 islotes artificiales, en lo que constituye un gran enigma.

Pareciera que todos esos misterios constituyeran, en realidad, un gran secreto, más importante y fundamental, basado en sus orígenes, que la cultura de los pohnpeian custodiara sobre esas misteriosas edificaciones que, parcialmente invadidas hoy en día por la jungla y los manglares, continúan siendo para los nativos una ciudad prohibida que acecha con la muerte a quien osa permanecer en ella después de la caída del sol.

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