Kiev, la grandeza de un destino desconocido

Kiev se presenta ante los ojos del visitante como una ciudad con una gran riqueza monumental en mitad de esas estepas por las que cabalgaba “Taras Bulba”.

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Cuenta la leyenda que Kiev fue fundada por tres hermanos, Kyi (que le dio nombre), Shchek y Horiv, y su hermana Lybid en la orilla derecha del río Dniéper. Sea cierto o no, Kiev pronto adquirió una importancia extraordinaria debido a su estratégica situación como punto de paso entre Occidente y Oriente. Los reinados de Vladimir el Grande y de su hijo Yaroslav el Sabio supusieron la época dorada de la ciudad, que llegó a ser una de las más grandes del mundo, hasta que en 1240 las hordas mongolas la destruyeron.

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Después de siglos de disputa entre lituanos, polacos, tártaros y rusos, la sovietización de los años 20 transformó Kiev enun bastión industrial, tecnológico y científico. A pesar de ello, se vio afectada por la Gran Hambruna que asoló el país en 1932 y 1933 (murieron al menos entre 3 y 4 millones de ucranianos tras la política de colectivización estatal de la agricultura y la ganadería decretada por Stalin).

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En 1934 se convirtió oficialmente en la capital de la República Socialista Soviética de Ucrania y padeció la ocupación nazi entre 1941 y 1943 tras una dura resistencia que le valió el título de Ciudad Heroica. Kiev fue testigo de la proclamación de la independencia de Ucrania el 24 de agosto de 1991 y, trece años después, en noviembre de 2004, de la llamada Revolución Naranja, que supuso la llegada al poder del actual presidente Víktor Yushchenko.

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La capital del segundo país más extenso de Europa, tras Rusia, cuenta con cerca de tres millones de habitantes. Su legado histórico es apabullante, destacando la arquitectura y los iconos de sus iglesias ortodoxas. Entre éstas mención aparte merece la catedral de Santa Sofía, patrimonio de la humanidad. La magnificencia y belleza de esta excepcional obra maestra de la arquitectura medieval impresiona tanto por fuera como por dentro, donde se conservan mosaicos y frescos originarios de esa época. Las obras de la catedral se iniciaron en 1037 para conmemorar las victorias de Yaroslav el Sabio y para glorificar el recién aceptado cristianismo, en el que desempeñó un papel fundamental la esposa del monarca, Ana, hermana del emperador bizantino Basilio. En su interior se coronaron príncipes, se recibieron embajadores y hasta albergó la primera biblioteca de la Europa Oriental. En los siglos XVII y XVIII se retocó en estilo barroco.

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El otro monumento que en Kiev puede presumir de presentar el marchamo de patrimonio de la humanidad es el Monasterio de las Cuevas o Pecherska Lavra,uno de los principales centros mundiales del cristianismo ortodoxo. El monasterio más antiguo de Ucrania (data de mediados del siglo XI) tiene una superficie de 28 hectáreas y está rodeado de murallas.

En su recinto se encuentran la catedral de La Asunción (minada por los soviéticos y reconstruida a finales del siglo pasado), numerosas iglesias (como las de la Santa Trinidad o la de San Antonio y San Teodosio), varios museos (como el del tesoro ucraniano, el de los hologramas o el curiosísimo de las miniaturas) y las cuevas de los monjes antonitas (una red de estrechos túneles subterráneos convertida en necrópolis de santos ortodoxos, cuyos cuerpos sin embalsamar no se descomponen, y que atrae el culto de miles de creyentes ortodoxos). Durante el siglo XVIII se edificaron la mayoría de las iglesias que en la actualidad se pueden ver, gravemente dañadas tanto por las tropas nazis como por las soviéticas durante la Segunda Guerra Mundial.

Otra de las construcciones religiosas que llaman la atención del visitante es el Monasterio de San Miguel de las Cúpulas Doradas. Originariamente medieval, sufrió numerosos añadidos barrocos aunque su interior siguió siendo bizantino. Demolido en los años 30 por las autoridades soviéticas por “carecer de valor histórico y artístico” (aunque buena parte de los mosaicos fueron trasladados a los museos de San Petersburgo y Moscú), ahora se puede ver tal como era en el siglo XVIII tras su reciente reconstrucción.

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La cercana iglesia de San Andrés, elevada en un cerro junto al río, esconde una curiosa leyenda que dice que en el siglo I a.C. el lugar fue bendecido por el apóstol san Andrés, que predijo que una ciudad se levantaría en ese mismo sitio.

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La catedral de San Vladimir, del siglo XIX, o el más antiguo Monasterio de Vydubychi, del siglo XI, completan los templos religiosos de mayor interés.

La capital de Ucrania también nos obsequia con una riquísima arquitectura civil, desde la reconstruida Puerta Dorada (que formaba parte de una antigua fortaleza del siglo XI y era una de las históricas entradas a la amurallada ciudad de Kiev) hasta el monumento a la Gran Guerra Patriótica de los años 1941-1945 (de clara impronta soviética), pasando por el Palacio Mariyinsky (actualmente en remodelación), la curiosa Casa de las Quimeras (construida a principios del siglo XIX por el arquitecto Gorodetsky, el Gaudí ucraniano) o el Palacio de la Ópera (con un programa musical de primer orden).

Ciudad verde

Kiev es una de las ciudades europeas con más zonas verdes. A lo largo del río Dniéper se van sucediendo infinidad de parques y bosques que también encuentran acomodo en el casco urbano a través de plazas arboladas. Todo ello hace que los paseos por Kiev sean agradables, a lo que también contribuyen los bulevares que se reparten por la ciudad, aunque el aumento del parque automovilístico puede hacerlos peligrar en un futuro próximo. De hecho, en el centro, los coches (cuanto más grandes, mejor) comparten espacio con los peatones en las aceras.

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Precisamente, el caótico tráfico obliga a utilizar el metro, con algunas estaciones céntricas que merecen una visita. A los modernos taxis y autobuses se suman trolebuses, viejos tranvías y los populares “marshruts” (furgonetas de pasajeros), e incluso un funicular que conecta el casco histórico con el distrito comercial de Podil, desde donde también podemos ascender por una de las calles más antiguas de la ciudad (la cuesta de san Andrés, junto a la iglesia barroca del mismo nombre) en la que se pueden encontrar desde las famosas “matrioshkas” hasta la típica iconografía soviética, sin olvidar cuadros y otras muestras de la artesanía local.

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Aunque la calle más conocida por todos los ucranianos es Jreshchatyk, una amplia avenida repleta de tiendas, restaurantes y edificios históricos que comienza en el turístico mercado de Besarabka (con el caviar rojo ucraniano omnipresente) y termina en la Casa de la Cultura Ucraniana, atravesando la plaza de la Independencia, el corazón de Kiev.

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En los alrededores de la ciudad merece una sosegada visita el Museo de Arquitectura Popular y Vida Rural, un canto a la cultura campesina ucraniana. Casas típicas de diversas regiones del país, iglesias de madera y molinos de viento sumergen al visitante en un viaje a través del tiempo. Además, se puede disfrutar de música folclórica y de la comida tradicional ucraniana, donde el plato estrella es el “borsch”, un sabroso caldo de carne con diversas verduras (sobre todo remolacha), sin olvidar los “golubtsi” (rollos de col) o la “gribnoy” (una densa sopa preparada con champiñones y patatas). El postre por antonomasia es el “varenyky”, un bollo cocido relleno de requesón o frutas, y la cerveza o el vodka, las bebidas nacionales, tan nacionales como el poeta del siglo XIX Taras Shevchenko, fundador de la literatura moderna ucraniana, sin desmerecer a los “rusos” Nikólai Gogol o Mijaíl Bulgákov, que narradores como Andrujovich continúan a día de hoy.

Museo de arquitectura popular y vida rural

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