Madeira, paraíso de olores y colores

Esta “perla del Atlántico” es un auténtico vergel natural, destino ideal para los amantes de la naturaleza y la aventura, pero también para quienes disfrutan de la tranquilidad y el sosiego del mar. Su clima templado todo el año, su aire puro y balsámico, el aroma a flores y la tranquilidad de la isla convierten Madeira en un verdadero Spa natural.

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“Poncha” y “Espetada”

Una bebida y un plato típicos que no puedes dejar de probar. La mejor espetada (ristras de carne de vaca) la sirven en Adega da Quinta (Estreito de Cámara do Lobos), donde, además de ver cómo se hace, disfrutarás de unas magníficas vistas. Para acompañar puedes pedir bolo do caco (pan con manteca de ajo), milho frito (maíz) y patatas dulces con miel.

Y para descubrir el secreto de la poncha (aguardiente de caña de azúcar, miel y zumo de limón), acércate al bar Siete Mares, en la zona de copas de Cámara do Lobos (c/ Largo do Poço). También sirven caipirinhas y nikitas (helado, cerveza y vino blanco). ¡El espectáculo y los resultados sorprenden!

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Funchal a vista de pájaro
La mejor opción para disfrutar de una panorámica insuperable de la bahía y los valles de la capital es desde uno de los teleféricos turísticos. Se coge en la Avda. Do Mar y en 15 minutos nos deja en Monte, a 3.178 m de altura. Una vez arriba se puede visitar la Iglesia de Nuestra Señora de Monte y los jardines Tropicales Monte Palace. Para regresar, los más atrevidos pueden coger los típicos “carreiros do monte”, trineos de mimbre con más de 100 años de tradición que descienden a velocidades de vértigo.

                             madeira funchal

La capital, Funchal (su nombre deriva del funcho, hierba salvaje con olor dulce), se encuentra en la costa sur de la isla de Madeira, en una preciosa bahía bañada por el Atlántico y rodeada por altas montañas y valles profundos de un verde intenso. Convertida en el más importante centro comercial, turístico y cultural de todo el archipiélago, ofrece magníficos jardines, plazas y pintorescas calles por las que perderse, sin menospreciar sus muchos museos, monumentos y galerías de arte. Puedes tomarte un café en el Golden Gate, el primer café de Madeira, y hacer las compras que necesites en las inmediaciones de Plaza Largo do Chafariz y Rua do Bettencourt.

Es fundamental visitar el Mercado de los Labradores, muy próximo a la zona histórica de Santa María. La presentación y la exótica variedad de frutos, ofrecidos espontáneamente a los paseantes para que los prueben, convierten este espacio en un entorno lleno de vida y color. En la plaza del pescado llaman la atención los peces espada y los enormes atunes. Por la mañana, en el espacio que rodea la Catedral, y durante todo el día en el Largo de Chafarix, se puede ver en la calle a las vendedoras de flores exóticas con el traje típico regional.

¿Pensabas que había que recorrer medio mundo para encontrar una isla de ensueño? Te equivocabas. La tienes a poco más de dos horas de vuelo y está en Portugal.

El archipiélago de Madeira está situado a 416 km al norte de las Islas Canarias, en la región biogeográfica de Macaronesia, y lo componen la verde y montañosa Madeira, la isla de Porto Santo y las deshabitadas islas Desiertas (Ilhéu Chao, Deserta Grande y Bugio) e Islas Salvajes.

Entre los muchos atractivos de la isla destaca, sin duda, la exuberante y variada vegetación, que combina características tropicales y mediterráneas para crear un mosaico rico en colores y olores, siendo uno de sus elementos principales el Bosque Laurisilva, bosque reliquia clasificado por la UNESCO como Patrimonio Mundial Natural por ser uno de los pocos en el mundo que conserva la pureza que debió existir hace millones de años.

Los amantes del montañismo, senderismo, escalada o bicicleta encontrarán aquí unas condiciones excepcionales para disfrutar de un entorno natural único en el que caminar entre nubes a la conquista de las imponentes cimas a través de “levadas” y veredas se convierte en una experiencia inolvidable.

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Recorrer la isla deteniéndose en las principales localidades para admirar el paisaje o saborear algún manjar típico es más que recomendable. Saliendo de Funchal, a unos 7 km, la primera parada obligatoria es Cámara do Lobos, típica villa pesquera a la que Winston Churchill solía ir a descansar y pintar. Muy cerca está el Cabo Girao, el promontorio más alto de Madeira y el segundo del mundo.

Parando antes en la agradable villa de Ribeira Brava, proseguimos nuestro camino hasta la Encumeada, cuyo mirador brinda una magnífica panorámica de San Vicente (al norte) y Ribera Brava (al sur). Desde aquí el recorrido en coche en dirección a Rabaçal permite disfrutar de unas vistas maravillosas de las “levadas”. Si quieres tomarte algo en un lugar curioso, para en el Jungle Rain Hotel Café. Su bar-restaurante seguro que te sorprende.

Llegados a Rabaçal es más que recomendable el ascenso a la Cascada do Risco a través de un cómodo sendero que discurre por la levada de las 25 fontes, con 25 chorros de agua en apenas 1 km de marcha. La estampa que encontramos al final del recorrido corta la respiración.

Continuando el viaje rumbo a Sao Vicente podemos elegir entre volver por Encumeada y disfrutar de la increíble vegetación del bosque Laurisilva o continuar hasta Santana, uno de los pocos lugares de la isla donde todavía se conservan las típicas casas madeirenses con tejado de paja a dos aguas y puertas y ventanas pintadas en rojo y azul para espantar a los malos espíritus.

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Aquí es obligatorio visitar el Parque das Queimadas, punto de partida de bellísimo recorridos a pié, como la levada del Caldeirao Verde.

Y no muy lejos de Santana, en San Jorge, el restaurante Casa da Palha prepara un “consomé” especialidad de la casa realmente interesante. Una buena opción para comer algo antes de seguir recorriendo la isla.

Desde Santana descendemos hasta Faial, donde vuelve a sorprendernos la grandiosidad de las montañas y la belleza de sus acantilados. Desde aquí podemos continuar por el interior de la isla hasta las localidades de Ribeiro Frio, Poiso y Pico do Arriero, o seguir por la costa hasta Machico, bahía a la que llegaron los primeros descubridores de la isla en 1419, visitando en el camino Caniçal y Ponta de Sao.

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Antes de regresar a Funchal merece la pena hacer una última parada en Punta do Garajau para divisar las islas Desiertas a lo lejos. Desde el mirador de Cristo Rey la panorámica sobre la bahía es insuperable.

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