El txakolí ha roto su propio techo de cristal, ha abandonado su morada tradicional, el caserío, para convertirse en un caldo repleto de aromas, sabores y colores lejos de la inicial acidez incontrolada. Hoy, cumpliendo los requisitos de calidad en todos los procesos y con etiquetados de auténtico lujo, este vino de notas frutales, hinojo, mantequilla, pimentón o ajonjolí que se codea y marida con cualquier alimento, llega a la cima del buen hacer.
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