Natal, cidade do sol

En esta región del nordeste brasileño el tiempo corre a otro ritmo, al del paraíso, donde el sol disfruta iluminando las enormes playas doradas casi vírgenes y reflejándose en las cristalinas aguas del Atlántico mientras nosotros disfrutamos de unas vacaciones tranquilas, alejados del ruido de las ciudades más visitadas.

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El siempre misterioso Brasil aún guarda un as en la manga para sorprender al viajero enamorado de esta tierra cálida de playas interminables y gentes amables. Ese as se llama Natal y el la capital del Estado de Río Grande do Norte, un edén de interminables aguas azul turquesa, gigantescas dunas, cocotales y piscinas naturales creadas por los arrecifes de coral que dejan sin aliento al visitante.

El desconocimiento de Natal para la mayoría se debe a que hace sólo unos años que el destino empezó a ser potenciado institucionalmente en el ámbito de sus infraestructuras turísticas, de cara a exprimir su enorme potencial económico. Y parece que la tarea está dando sus frutos, pues mucha gente empieza a acudir a este rincón brasileño para cambiar de aires. Y nada más acertado porque, según la NASA, en Natal se respira el aire más puro de toda América.

Natal1

La mayor atracción turística es el llamado Forte dos Reis Magos, que en su día dio origen a la ciudad. Recibe su nombre por la fecha en que empezó a construirse (un 6 de enero de 1598) y está hecho a base de piedra traída de Portugal, cal y aceite de ballena. Su llamativa forma de estrella de cinco puntas responde al deseo de combatir mejor a franceses y holandeses y en su interior aún se conserva la piedra traída de Lisboa y clavada por los portugueses en 1501 en la cercana playa de Touros para señalizar la propiedad de esas tierras.

Forte dos Reis Magos

Las playas, arrecifes y dunas son los protagonistas para quienes llegan buscando disfrutar. Sin duda la más frecuentada entre los turistas es Ponta Negra. Su situación privilegiada brinda una maravillosa vista del Morro do Careca, una monumental duna frente al mar de 120 m. de altura, y ofrece buena variedad de restaurantes, cafés  y hoteles. Cerca empieza la Via Costeira, donde están situados los grandes hoteles y resorts. Sus playas abiertas invitan a dar un largo paseo por la orilla y disfrutar de la brisa constante del Atlántico. Más al sur surgen otras arenas como Areia Preta, con grutas naturales, y Barreira D’Agua, que es la puerta de entrada para descubrir el fascinante Parque de las Dunas, con distintas opciones para la práctica del senderismo entre bosques de mata atlántica y montañas de arena.

Morro do Careca

PIRANGI, el árbol más grande del mundo

A 17 km de la capital, y de camino a Pipa, es obligatorio parar en Pirangi do Norte, mundialmente conocido por tener el “cajueiro” más grande del mundo. Este milenario árbol fructífero tiene una copa equivalente a 8.400 m2, un perímetro de medio kilómetro y, lo que es más sorprendente aún, todos los años da por el mes de noviembre una cosecha de toneladas de frutas de sabor exquisito. Después de esto no nos extraña que Pirangi sea famosa por su ron de Cajú.

Pirangi do Norte cajueiro

PIPA, maravilla brasileña

Aunque todas las playas de los alrededores de Natal tienen algo especial, ninguna puede compararse con la linda y agreste Pipa. Este pequeño pueblo de pescadores y coquetos hoteles rústicos posee las aguas más cristalinas del Atlántico brasileño. Sus acantilados y las muchas palmeras que salpican la blanca arena hacen de Pipa una de las mejores playas de todo Brasil, por no hablar de la bahía de la parte norte, donde viven unos delfines nada tímidos que campan libremente alrededor de los bañistas.

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GENIPABÚ, diversión asegurada

Las dunas de Genipabu, al norte, son otra de las visitas que no te puedes perder. Eso sí, aquí ya hablamos de palabras mayores, no hay más que oír los nombres de algunas de ellas: Muro de la Muerte, Montaña Rusa, Caldera del Diablo…Sólo de escucharlos de boca de los bugueiros da miedo. Este inmenso tobogán de arena, considerado una de las mayores atracciones naturales, permite practicar el sandboard (esquí de arena), pasear en camello como en los desiertos africanos o bien recorrer las dunas en buggy a velocidades de vértigo. Si optas por esta última opción la diversión está asegurada, sobre todo si te gustan las emociones fuertes. A la pregunta “¿Con o sin emoción?” conviene contestar “sem emoçao”. Ésta está garantizada siempre y puede que no todos aguanten la sensación de estar a punto de volcar en cualquier momento descendiendo dunas cuya pendiente puede llegar a ser del 50%. Eso sí, si te atreves no olvidarás la experiencia en tu vida…

Genipabu

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