Los secretos de Madeira más allá de Funchal

Funchal, la capital de Madeira, ha sido históricamente el centro de operaciones de la isla. Este centro urbano es la puerta a todo un mundo de naturaleza virgen con el que el turista se encuentra de norte a sur y de este a oeste. A parte de los bosques infinitos, de las verdes montañas o de las caudalosas cascadas, numerosos pueblos con encanto aparecen en el paisaje de costa. La isla nos descubre todos estos secretos que son lo que, en definitiva, hacen del viaje a Madeira una experiencia.

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©Francisco Correia

 Planes en la costa norte

La parte norte de la isla, además de contar con algunos lugares para la práctica de surf, también ofrece a sus visitantes interesantes planes para conocer la Madeira más natural. Si el tiempo acompaña, una de las actividades casi obligadas es el baño en las piscinas naturales de Porto Moniz, diseñadas de forma natural por la erupción de lava en el pasado y la erosión de años hasta crear formas en la roca tan bellas para la vista como cómodas para los pies. Un acierto asegurado está en las Cuevas de São Vicente, un conjunto de ocho túneles excavados por la lava, de aproximadamente 1000 metros de longitud y media hora de recorrido, que descubren a sus visitantes pozas subterráneas como el Lago de los Deseos. Junto al Centro de Vulcanismo que se encuentra al lado de las grutas, este lugar constituye una importante fuente de información acerca del origen volcánico de la isla.

Para los amantes de las panorámicas y de las vistas vertiginosas, el norte de Madeira se convierte en el paisaje ideal. No solo por los numerosos acantilados y montes escarpados desde los que se puede contemplar la inmensidad del océano y las singularidades del relieve volcánico de la isla, como es el caso del Mirador das Cabanas, en São Jorge, y el Mirador del velo de la novia en Seixal, sino también por obras de ingeniería como el teleférico das Achacas da Cruz. Este moderno medio de transporte es utilizado por los agricultores del pueblo de Achacas da Cruz para acceder a sus tierras, pero también es utilizado por los viajeros que desean contemplar desde las alturas el bello contraste entre el azul del mar y el verde de la tierra.

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© Tiago Sousa

Playas de arena

Aunque la mayor parte de estas playas se concentran en la isla de Porto Santo, Madeira también posee algunos enclaves en los que pisar arena antes de darse un baño. La primera playa de arena importada de la isla es la de Calheta, un pueblo en la parte occidental en el que se levantaron dos rompeolas para disminuir la fuerza del mar y que pudiera mantenerse de forma más fácil. La playa de Calheta, además de la zona de baño, cuenta con un paseo marítimo en el que hay diversos restaurantes para comer. En la otra punta de la isla, se encuentra otra playa de arena importada, la de Machico, desde la que es muy fácil contemplar el aterrizaje y el despegue de los aviones que transitan por el aeropuerto de Madeira, ya que este se encuentra prácticamente al lado.

No obstante, la isla también cuenta con otras dos playas de arena natural: Prainha, una cala enclavada junto a la Ponta de São Lourenço, en la costa sudeste de Madeira, de fácil acceso por carretera y con un amplio parking en el que estacionar; y la de Seixal, en una localización paradisíaca de la costa norte que la convierte en uno de los lugares más fotografiados de la isla.

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©Francisco Correia

Pueblos con encanto madeirense

Más allá de Funchal, considerada comúnmente como el sur, existen cuatro zonas de costa en las que se localizan los pueblos más pintorescos y atractivos de Madeira. Así, en la Costa Oeste, destaca el pueblo pesquero de Câmara de Lobos, coronado por el Cabo Girão, que con 580 metros de altitud es el acantilado más alto de Europa y el segundo más alto del mundo. Similar es el desnivel que se produce en la freguesía (lo que en España conocemos como pedanía) de Curral das Freiras, una pequeña población situada en un profundo valle que causa de forma segura la admiración de todos sus visitantes.

En la Costa Norte, se emplazan los pueblos de Porto Moniz, São Vicente y Santana, donde se hace casi obligatorio pararse a visitar las casas típicas, el Parque Temático o la zona de las Queimadas, desde la que, a su vez, se pueden poner rumbo a la levada del Caldeirão Verde.

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©Francisco Correia

Siguiendo esta línea geográfica aparecen los pueblos de la Costa Este, como Santa Cruz y Machico, y más allá, cruzando el mar, se descubre por sí sola la isla de Porto Santo, la hermana pequeña de Madeira en la que Cristóbal Colón pasó su última estancia antes de marchar hacia las Américas.

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