Valle de Viñales: donde nace el tabaco

Patrimonio Mundial de la Unesco, el Valle de Viñales es casa, tranquilidad, abrigo, pan suave, tabaco familiar, mano sincera, taburete y lechón a la cubana.

Viñales.

El occidente cubano sigue siendo esa Cenicienta a quien siempre le sirve el zapato de cristal. Todos se van sabiéndola princesa. Baila con ella y conocerás de sus encantos, de sus maravillas sin afeites ni impostaciones comerciales. Conquista Pinar del Río como solo puede hacerlo un príncipe que sabe descubrir la verdadera realeza.

El salón de la fiesta

Con una historia que muchos calculan de más de 300 millones de años, el Valle de Viñales es historia y presente, naturaleza virgen y naturaleza trabajada por amorosas manos campesinas. Vayamos paso a paso por este suelo amigo y fértil, donde crece la bondad con la misma vehemencia que su vegetación exuberante.

Tiene el Valle una extensión de 132 km2. ¿Qué atesora cofre tan vasto? Joyas para compartir sin prisas, con la misma parsimonia con que los conocedores se fuman los habanos de altísima calidad cuyas hojas simulan mares verdes en tierras pinareñas.

Es el más robusto de los valles cársicos de la mayor de Las Antillas, rodeado de mogotes, elevaciones de cimas redondeadas y formas caprichosas y contundentes. Uno de ellos, llamado “Dos Hermanas”, guarda en su cima un trofeo sin par para quienes escalen su estatura: el Mural de la Prehistoria.

Su elaboración exigió la eliminación previa de la capa vegetal de la ladera de Dos Hermanas y el tesón de los vecinos de la zona, que  ofrendaron largas jornadas a la peligrosa labor artística bajo la dirección del profesor cubano Leovigildo González, ya fallecido.

Imágenes de plesiosauros y el megalonus rodens parecen ventanas a un tiempo donde no señoreaba el hombre, sino las bestias indomables que el tiempo convirtió en leyendas.

Las elevaciones conocidas por Alturas de Pizarras, formadas por las rocas más antiguas de Cuba que delimitan el Valle, son otras de las muchas atracciones del sitio que estamos invitando.

El mundo vegetal, sin embargo, ganó la pelea al almanaque. Allí, en Viñales, se alza soberbia todavía la palma corcho, considerada como un fósil vegetal que data del Jurásico.

Pero no todo es piedra vieja y vegetación perseverante. Los sistemas agro-productivos y los asentamientos humanos hacen latir el corazón del turista al comprobar que no transita pueblo maquillado, sino sendero vivo y sudado por la labor de mucha gente humilde y servicial.

Parece el Valle un escenario construido por una de esas millonarias casas productoras de cine cuyos decorados son monumentales. Y es que cuesta creer que todo sea obra natural, por bello, variado y sorprendente. Quien visite una vez en su vida los sistemas cavernarios de Viñales, por ejemplo, los soñará para siempre, literalmente hablando.

Si le seguimos el cauce al Río San Vicente, por ejemplo, entramos a la Cueva del Indio; y si nos decidimos por perder de vista al sol por un buen rato, entonces tenemos que atrevernos con el sistema de Santo Tomás, calificado entre los más extensos de América Latina, con más de 45 km de galerías.

Los amantes de la espeleología harán su fiesta a lo grande en este destino cubano. Son conocidos hasta hoy 47 sitios arqueológicos, de ellos 19 vinculados a comunidades aborígenes de la época prehispánica y 28 a esclavos cimarrones de origen africano.

Sin embargo, si no somos de los más arriesgados, se puede apreciar también todo ese mundo desde la altura del mirador del hotel Los Jazmines, o desde el motel La Ermita. Se dejarán ver a lo lejos el Valle del Ruiseñor, el Palenque de los Cimarrones, otras cavernas del sistema Majagua-Canteras y Palmarito, y el pueblo de Viñales.

Ofertas gastronómicas de lujo

Viñales es el lugar donde mejor se puede comer en Pinar del Río. Los hoteles existentes ofrecen comida internacional y criolla para los más exigentes paladares, y además está la famosa Casa de Don Tomás, en Salvador Cisneros 140, sobre todo para turistas españoles apegados a los sazones de su terruño.

Danzar en este salón cubano es adictivo

La Cenicienta, como decíamos, se apoderará del corazón más hermético y frío. Uno deja de ser de otro lugar del mundo y siente que ha encontrado un sitio que se parece mucho a ese de sus mejores sueños. Porque Viñales es casa, abrigo, pan suave, tabaco familiar, mano sincera, taburete y lechón a la cubana.

Por sus excepcionales valores naturales, culturales y paisajísticos, el Valle de Viñales fue declarado Monumento Nacional el 27 de marzo de 1979, incluyendo su área urbana. Luego fue declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad en la categoría de Paisaje Cultural durante la XXIII sesión del Comité de Patrimonio Mundial, celebrada del  29 de Noviembre al 4 de Diciembre de 1999, en Marrakech, Marruecos. Pero el mejor de los premios, la distinción más alta, la confiere la preferencia de quienes van una vez y no olvidan el camino de regreso.

Los hijos del agua

Tras los mogotes del Valle de Viñales, en la Sierra del Infierno, una zona de singular belleza pese a su nombre, se esconde la aldea de “los acuáticos», una comunidad campesina descendiente en su mayoría de emigrantes españoles, concretamente canarios, que vive de su trabajo en el campo y mantiene inalterable su fe en los poderes curativos del agua desde hace más de seis décadas.

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