Sus tierras están cruzadas por dos grandes ríos y salpicadas de embalses y bellos paisajes. Extremadura es una de esas regiones aún vírgenes para el turismo con mucho que ofrecer.
Al norte un impresionante paisaje de serranías, angostos desfiladeros, rica vegetación y abundancia de agua. Al sur una gran riqueza arquitectónica que se suma a la riqueza paisajística de las estribaciones de Sierra Morena. La considerable extensión de Extremadura condiciona la gran variedad y contraste de unas tierras que ofrecen mil y una posibilidades de disfrutar de una región ecológica por excelencia.
Su medio natural, prácticamente intacto, acoge el conjunto de espacios naturales más numeroso, interesante y único de la vieja Europa. Hasta un total de 54 espacios naturales se distribuyen por toda la región, algunos de ellos reconocidos ya oficialmente como parques naturales o reservas naturales, como es el caso de la Reserva Cinegética del Cíjara, el Parque Natural de Cornalvoo el Parque Natural de Monfragüe, la reserva natural de La Garganta de los Infiernos y el Monumento Natural de los Barruecos. Esta riqueza natural ha propiciado el desarrollo de un tipo de turismo más acorde con las nuevas tendencias, que reclaman un turismo más respetuoso con el medio ambiente y más integrado en el mismo.
Cada época del año ofrece una experiencia diferente. En primavera la Naturaleza despierta con fuerza en una explosión de color que tiene su más destacado referente en la floración de los cerezos del Valle del Jerte.
El otoño, hermoso en la inmensidad de sus impresionantes paisajes y las siluetas de sus pueblos y ciudades, es una invitación a la calma, al paseo y la contemplación. El invierno es la época perfecta para que los amantes del turismo ornitológico disfruten de la amplia variedad de aves que habitan la zona. Miles de grullas encuentran aquí el destino idóneo para pasar los meses de frío. Pueden verse en el embalse de Orellana, la Campiña Sur, el embalse de Talaván o la Sierra de Pela, donde se encuentra el mayor dormidero de grullas de España. Además de las grullas, otros muchos “compañeros de viaje” eligen Extremadura como lugar de invernada: palomas torcaces, abubillas, estorninos…, y cada vez son más las cigüeñas que permanecen todo el año en estas tierras de clima suave y grandes dehesas. Es una forma más de descubrir Extremadura.
Precisamente el invierno, aunque frío, es también la estación perfecta para disfrutar de alguno de los senderos que discurren por los valles y bosques del norte o por las dehesas del sur disfrutando del magnífico paisaje. Cada punto en el mapa nos da pistas para descubrir una nueva ruta y cada camino iniciado nos hace sentir testigos privilegiados de una Extremadura que ha sabido conservar a lo largo de los siglos sus ecosistemas y paisajes en estado puro.
Otra forma de integrarse en el entorno es recorriendo las calles de sus pintorescos y singulares pueblos, con un solo carácter, el extremeño, pero diferentes formas de expresarlo: la pizarra de las Hurdes o Sierra de Gata, la piedra y el adobe del Jerte, la Vera o el Ambroz, el blanco de la cal al sur… En cualquiera de sus pueblos permanecen las huellas de distintas culturas que han ido dejando parte de su herencia en la vida cotidiana.
Llegada la hora del descanso, una interesante opción es refugiarse en cualquiera de los cálidos alojamientos rurales que ofrecen estos pueblos: cortijos, casonas, castillos, antiguos molinos…, edificios rehabilitados o de nueva construcción que nos hacen sentirnos acogidos. Se trata, sin duda, de una opción para pasar las fiestas navideñas o simplemente para disfrutar de unos días en compañía de los amigos y la familia. Cualquiera de los 600 alojamientos rurales que existen son perfectos para disfrutar en contacto con la naturaleza y con el medio rural.
Otro de los recursos importantes de la oferta turística de Extremadura es su gastronomía, que demuestra que se puede viajar también a través de los sabores, convirtiéndolos en referencias de los matices culturales e históricos de una tierra. Una parte de esa herencia cultural la vemos reflejada en los fogones y en los productos que nos regalan la naturaleza y el trabajo del hombre. Las materias primas y la forma de elaborarlas siguen siendo las mismas. El resto lo pone la naturaleza.
Su cocina artesanal es digna de culto. Elaborada a base de verduras y hortalizas, magníficas chacinas y gran variedad de quesos, ofrece verdaderas sorpresas. Pero lo más sorprendente no es precisamente la riqueza y variedad de ingredientes, sino la originalidad en su preparación, llegando a conseguir recetas simplemente geniales. Sus famosas migas son un ejemplo de ello, un guiso a base de miga de pan que es capaz de revolucionar cualquier paladar. Otros productos como el jamón ibérico; el cordero y el cabrito, protagonistas en platos como la caldereta; el apreciado aceite y las exquisitas variedades de aceitunas, que convierten a Extremadura en segunda productora nacional; el pimentón, elemento esencial de la cocina tradicional extremeña; tintos, blancos, rosados y “pitarras caseros”; los quesos de cabra, oveja, quesaíllas y la riquísima Torta del Casar; las cerezas del Jerte, de pulpa firme y jugo rojizo…hablan de una Extremadura prolija en materias primas comparables a las de pocos lugares. Una Extremadura que nos permite adentrarnos en su naturaleza para finalmente disfrutar de ella en la mesa.
Sin temor a equivocarnos, podemos decir que Extremadura es una tierra privilegiada. Es privilegiado su entorno natural, la riqueza monumental de sus ciudades, su gastronomía, las gentes que la habitan… Extremadura, sencillamente, tiene algo que la hace diferente. Para disfrutarla sólo hay que sumergirse en las miles de sensaciones posibles y saborear las riquezas de un viaje inolvidable.