Depresión del Danakil Etiopía

Texto: Xavier F. Vidal (tripfulness.com) Fotos: Annerose Mehnert

Depresión del Danakil
© Annerose Mehnert – Nikon D3100 – Nikon 18-105 f3.5-5.6 (75mm, f6.3) – 1/640, ISO 100

Básicamente, realizar un viaje por Etiopía se reduce a tres opciones:

1. El norte: destaca sobre todo a nivel cultural, con lugares de interés máximo como Lalibela, además de los monasterios del lago Tana y las ciudades de Gondar y Axum, cuna esta de uno de los mayores y más desconocidos imperios de la historia de la humanidad y donde se conservan  estelas mayores incluso que las egipcias. Esta región incluye opciones interesantes también a nivel natural, como el parque nacional de las montañas de Simiens, patrimonio de la Humanidad.

2. El sur: para los que prefieran ver tribus.

3. Las dos opciones anteriores, una después de otra lógicamente. En medio, Adís Abeba, la capital, que no da para más de un día, máximo dos, y por donde hay que pasar si se quiere ir de norte a sur (o viceversa).

© Annerose Mehnert – Nikon D3100 – Nikon 18-105 f3.5-5.6 (32mm, f11) – 1/500, ISO 320

A mí me motivaba más el norte. Lo de hacer fotos a tribus puede ser una experiencia interesante, pero había leído que había mucho de circo allí. Los habitantes del sur casi se han profesionalizado al ver que pueden conseguir más dinero posando para los turistas que trabajando la agricultura y la ganadería, con lo que, en mi opinión, y por muy bellos retratos que se pudieran sacar igualmente, esto creo que le resta encanto y autenticidad. Mi motivación principal era ver las iglesias excavadas de Lalibela, y, ya que iba al norte, ver también otros atractivos de la zona. Así pues, estaba dispuesto a visitar Gondar y el lago Tana…Estaba dispuesto hasta que vi unas imágenes de la depresión del Danakil. Inmediatamente, tuve claro que quería ir allí, aunque eso implicara descartar el resto de los atractivos del norte (excepto lógicamente Lalibela).

La depresión del Danakil, también llamada depresión o desierto de Afar, es sin duda, y sin ánimo de exagerar, uno de los lugares más fascinantes del planeta. Aparte de ser uno de los que están a menos altitud (es el punto más bajo de toda África, y también donde hace más calor, llegando incluso a los 55º en agosto), es un sitio impresionante, con una naturaleza única y que, además, los pueblos que lo habitan conservan un modo de ganarse la vida que parece de otra época.

© Annerose Mehnert

En este lugar encontramos maravillas de la naturaleza como el volcán Erta Ale, de los pocos activos en el mundo donde se puede subir hasta el cráter y ver su increíble actividad a pocos metros, o el Dallol, donde los minerales del suelo crean un paisaje de formas y colores que parece de otro planeta. Y no es ningún tópico. Según Wikipedia: “El término Dallol fue acuñado por los Afar, la etnia que puebla esa región inhóspita, y significa disolución o desintegración, describiendo un paisaje formado por estanques verdes y ácidos (pH<1), óxido de hierro, azufre y llanuras de sal”.

© Annerose Mehnert

Normalmente las rutas por este desierto duran entre dos y cuatro días, dependiendo de lo que se quiera visitar. Los cuatro días dan para poder ver el volcán, el lago de sal y el Dallol. Es obligatorio hacerlo con agencia. No se puede hacer por libre desde que hace unos años secuestraron y mataron a varios turistas alemanes cerca de la frontera con Eritrea. Hay que ir con un touroperador local, que se encarga no sólo de proveer la comida y el material para acampar sino también de negociar con los mandatarios de cada pueblo el tema de los permisos y la seguridad militar para visitar los lugares de interés.

© Annerose Mehnert

Puntualmente, a las 9:30, me pasaron a buscar por mi hotel de Mekele, capital de la región y punto de partida y llegada de todos los tours al Danakil, para llevarme hasta las oficinas de la agencia, donde conocí al grupo que iría conmigo. En total éramos 4 jeeps, con los guías, cocinera y 10 personas más de diferentes países.

Especialmente entablé buena relación con mis compañeros de vehículo: una pareja de Munich, Michael Vogt y su novia Annerose, además de un fotógrafo freelance, también alemán, que ha visitado todos los países del mundo. Las expuestas aquí están cedidas muy amablemente por Mike y Annerose, a los cuales les agradezco enormemente su cesión, además de sus explicaciones sobre la relación entre los rastafaris de Jamaica, movimiento espiritual que ellos profesaban, y Etiopía, especialmente con el emperador Haile Selassie; relación que no conocía y que me resultó cuanto menos curiosa.

© Annerose Mehnert – Nikon D3100 – Nikon 18-105 f3.5-5.6 (21mm, f8) – 1/250, ISO 100

Lo más destacable del primer día fue ver cómo las caravanas de camellos salen del lago Asale y se dirigen en dirección al sol, que se está poniendo. Es una imagen única, espectacular. Conservo en la memoria la imagen imborrable de las siluetas de los camellos, sobre un suelo de sal, con el sol de fondo poniéndose.

© Annerose Mehnert – Nikon D3100 – Nikon 18-105 f3.5-5.6 (35mm, f4.2) – 1/60, ISO 500

Tras dormir apenas 4 horas en una choza semiabierta hecha de cañas y paja, encima de un colchón y con el viento despertándome a cada momento, nos dispusimos a visitar otro de los puntos fuertes, el Dallol. Acompañados por militares, se ven unas formaciones rocosas alucinantes de colores amarillo, verde y rojo, fruto de la mezcla de minerales existentes.

© Annerose Mehnert – Nikon D3100 – Nikon 18-105 f3.5-5.6 (45mm, f11) – 1/500, ISO 160

Realmente, como si estuvieras en otro planeta. Es impresionante. El trayecto hasta allí desde el poblado también es muy bonito, porque pasas por paisajes totalmente blancos. Parece nieve. Tras visitar el Dallol, pudimos ver cómo trabajan los Afar: mineros que  pican el suelo bajo un sol de justicia a veces a más de 40º, extraen bloques de sal y los cargan en camello, que llevarán, en un trayecto de 7 días, hasta Mekele.

© Annerose Mehnert

Increíble que aun trabajen de esta manera. Los Afar son un pueblo curtido, muy cerrado y musulmán. Musulmanes, no como la mayoría de etíopes, tradicionalmente, una cultura muy cerrada   incluso hostil con los extranjeros. Junto con el Erta Ale y la zona del Dallol, el lago de sal es el tercer de los lugares impresionantes de esta zona tan espectacular que es la depresión del Danakil. Hasta hace poco esta etnia era muy hostil a los extranjeros y, de hecho, hace un siglo sus habitantes tenían la costumbre de cortar los testículos a todo aquel foráneo que se atreviera a entrar en sus tierras. Por suerte, esta tradición, al contrario que la de la sal, se ha perdido.

© Annerose Mehnert

Al día siguiente, seis horas en jeep, que no se hicieron pesadas, hasta el campo base del volcán Erta Ale. Cenamos y, sobre las 18:30, cuando el sol ya no pica tanto, empezamos la ascensión. 10 km solo iluminados por las linternas de los guías y la luz de la luna. Tras dejar las mochilas, hay un pequeño paseo de 15 min hasta el borde del cráter, desde donde disfruté de una de las imágenes más impactantes que he visto en mi vida: el espectáculo de la lava.

© Annerose Mehnert

Pensaba que sería algo estático, pero no: ríos y cascadas de lava inundan el espacio, de repente, un agujero lo engulle, empiezan las explosiones, una nube de humo, se crea una gran roca de magma de la que se desprenden trozos…es una imagen brutal, y que cambia a cada minuto. Impresionante, sin duda. Estuvimos una hora contemplando el espectáculo, impresionante y eso que el volcán había explosionado hacía pocas semanas. De no haber sido así, se hubiera podido contemplar la lava prácticamente a ras de vista. Aun impactado, fuimos a dormir.


Nos despertaron a las 5:30 para ir de nuevo al borde del cráter y disfrutar de la imagen por última vez. La bajada, 10 km tras haber dormido poco, fue algo dura, sobre todo el tramo final, cuando eran ya las 10:00 de la mañana y el sol apretaba. Aquí vi lo peor del viaje, lo peor del género humano: la cantidad de basura que hay.


El tour por Danakil había acabado, pero yo tenía un día libre en Mekele. La ciudad no
tiene nada destacable pero, precisamente por esto, por no ser turística, pude caminar
sin agobios y sin demasiados comentarios de la gente. En todo caso, saludaban, pero
no querían venderme nada y pocos fueron los que me llamaban “faranji”, término con
el que se refieren a los extranjeros.

© Annerose Mehnert


Me dirigí al colegio Ayder, donde el ejército eritreo, en 1998, lanzó unas bombas sin justificación alguna y mataron a 11 niños. Hay una sala con una exposición, con trozos de la bomba, los pupitres y sillas tal como quedaron y fotos de los alumnos muertos. Lo vi desde fuera, puesto que era sábado y la escuela estaba cerrada. Pero en un aula había un par de niños construyendo objetos como una radio, un semáforo o un microscopio. Me enterneció ver con qué pasión lo hacía. Y da de pensar sobre el uso de la tecnología.


Vuelta al centro; había mucho ambiente en el mercado; la gente compraba y vendía gallos y cabras puesto que al día siguiente se acababa la Cuaresma y todo el mundo se preparaba para el gran festín. A la tarde, traslado al aeropuerto, para volar a Adís Abeba.

© Annerose Mehnert

En definitiva, Etiopía es un destino completísimo y de primer interés, y el Danakil un lugar único en el mundo y de momento, y por suerte poco masificado, que recomiendo encarecidamente. Por la noche, contemplar la lava del volcán Erta Ale desde el borde del cráter, su fuerza y su belleza, hizo que me acordara de la cita de Nietzsche cuando dijo que, ante la naturaleza espectacular, primero nos sorprendemos, pero luego nos inquietamos porque, para ella, para la naturaleza, no existimos. Y esta neutralidad nos hace pensar, con cierto miedo, sobre nuestros mismos.

 

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