Creta, el secreto mejor guardado entre las 2.000 islas griegas

Es la isla griega más grande entre las más de 2.000 que pueblan el Egeo y el Mediterráneo oriental, también la más joven, ya que se anexionó a Grecia hace poco más de un siglo, en 1913, liberándola del dominio turco. Allí nació Doménico Theotocopulos, más conocido como El Greco, en 1541, y durante unos años se dedicó a pintar iconos en el estilo posbizantino, aunque su estilizado arte característico lo desarrolló cuando se estableció en Toledo a los 36 años. También nació aquí el escritor griego Nikos Kazantzakis, autor de “Vida y aventuras de Alexis Zorbas” que popularizó en el cine un joven Anthony Quinn con “Zorba el griego”, –escrita, producida y dirigida por el chipriota Michael Cacoyannis–, por cierto que la película de 1964 que se rodó en la isla, irritó bastante a muchos griegos por el facilón y desnaturalizado sirtaki que baila con Alan Bates en una solitaria playa, (algo parecido ocurre con algunos austriacos frente a la edulcorada historia de von Trapp en “Sonrisas y Lágrimas”). Según la mitología también nació aquí el mismísimo Zeus y su hijo Minos, que dio origen al célebre Minotauro y su laberinto, construido por Dédalo, al que solo Teseo con ayuda de hilo de Ariadna logró vencer.

creta

Pero Creta, pese a tan brillantes antecedentes es, en buena parte, una gran desconocida. La competencia que le hacen las turísticas Mikonos y Santorini, la histórica Rodas y las románticas Corfú o Naxos, entre otras, más habituales como escalas en los cientos de cruceros que surcan sus aguas, la han convertido en solo una breve visita en algunos de ellos, que se limitan a pasear por la capital, Heraklion, con su fortaleza veneciana, situada al lado del puerto, dedicar un par de horas a las espléndidas ruinas del Palacio de Cnossos y rendir homenaje a la refinada civilización minoica. Pero Creta es mucho más y bien vale la pena reservarse unos cuantos días para recorrerla con calma. La isla es, por supuesto, un destino para sumergirse en el relato de la antigüedad, un refugio para rastreadores de civilizaciones perdidas y nostálgicos de dioses y poetas, pero también para amantes de la naturaleza intacta, las playas vírgenes, entre sus más de mil kilómetros de litoral, y la buena vida.

Cerca de la capital aguardan varias sorpresas, como la isla de Día, a un corto paseo en barco desde Heraklion, deshabitada y en la que reina una gran serenidad. Se pueden observar diversidad de aves, en magníficos escenarios naturales. Aguas cristalinas de tonalidad turquesa dan la bienvenida a los visitantes especialmente a los aficionados al snorkel y el buceo que se deleitan, entre infinidad de peces, inspeccionando un barco naufragado a solo 20 metros de la costa.

Encantos del occidente

El oeste de Creta es la zona más verde y montañosa de la isla. Las majestuosas Montañas Blancas o Lefka Ori dominan el paisaje y se elevan a casi 2500m. Un poco más allá, en la punta occidental, está Chania, un conjunto perfecto de encanto y cultura donde disfrutar de sus coloridas calles del casco antiguo, su puerto veneciano con un faro egipcio, la mezquita de los Jenízaros, etc., y en sus proximidades algunas de las mejores playas de Creta, entre las que se encuentra la famosa Elafonisi, la más fotografiada de Creta, en medio del parque Natural de Lafonisi; más que una playa, Elafonisi es una pequeña isla en medio del mar que cuando la marea está baja se puede cruzar caminando e incluso plantar la sombrilla, con cuidado de que no se la lleva la marea al subir. Tiene muy poca profundidad por lo que es ideal para ir con niños, disfrutar del mar a cada lado del camino es una maravilla. Su arena tiene una tonalidad rosada debido al coral. No le queda lejos en popularidad y belleza Balos, que es playa y también laguna de cálidas aguas junto al mar de aguas turquesas. Hay quiénes consideran Balos la mejor playa del mar Mediterráneo. En toda la zona se descubren pequeños y pintorescos pueblos, algunos de ellos solo accesibles por mar.

Como contraste a las magníficas playas de la zona, y para los amantes del senderismo pueden elegir entre las más de 50 gargantas que los ríos han tallado a lo largo de los siglos en las Lefká Óri, las Montañas Blancas de Creta, la más impresionante es la garganta natural de Samaria, la más larga de Europa con un recorrido de 13 kilómetros, un paraje natural que en algunos tramos poco a poco va estrechándose, dejando un paso de apenas tres metros de anchura entre paredes rocosas de 300 metros de altura. Toda la zona fue declarada Parque Nacional en 1962 para proteger a especies endémicas de flora y fauna, sobre todo la cabra montesa cretense llamada Kri-Kri y posteriormente fue proclamado Patrimonio de la Humanidad en 2003.

Por toda la región abundan pequeños pueblitos con personalidad propia, como es el caso de Margarites, dedicado a la alfarería desde tiempos antiguos, y muy agradable para pasear por sus callejuelas con edificios de estilos bizantinos y venecianos. También antiguos monasterios como el histórico Arkadi, uno de los monasterios ortodoxos más emblemáticos de toda la isla, situado en las inmediaciones del monte Psiloritis, la cumbre más alta de Creta, con 2.500 metros de altitud.

Descubrir el este de la isla

Aunque Creta no es tan turística como otras islas griegas, el centro y oeste son las zonas más populares y es hora de descubrir la parte oriental, la menos conocida. De camino, se cruza la región de Rethymno, uno de los lugares más bellos de Creta, con hermosas playas, lugares arqueológicos, iglesias bizantinas y pueblos pintorescos. Fuertemente influenciada por los venecianos, la capital de la región cuenta con una arquitectura elegante y un característico puerto. En todo el casco viejo se encuentran estructuras otomanas, como mezquitas, baños públicos, iglesias católicas y fuentes. Rethymno luce las típicas ventanas altas y balcones de hierro forjado de las antiguas casas venecianas y turcas. Un poco antes está Moni Arkadi, un lugar hoy solitario pero que fue un gran centro cultural durante el Renacimiento cretense. De esa época data la iglesia, con su preciosa portada de 1587 y situada en el centro de un claustro amplio y luminoso; el conjunto se encuentra protegido por un muro, como una fortaleza. En 1866, cuando los otomanos asediaban este monasterio ortodoxo por tercera vez, los monjes y refugiados prefirieron hacer estallar su polvorín antes que rendirse: la libertad o la muerte. La tragedia tuvo eco en toda Europa. Ahora, un silencio antiguo planea sobre el claustro.

A pocos kilómetros se entra en la región de Lasithi, la más oriental de Creta y la menos conocida. Precisamente aquí y como un reclamo especial para “poner en el mapa” esta región con muchos encantos, se ha celebrado hace poco un concierto con Plácido Domingo como protagonista –cantando ópera y zarzuela como hace casi siempre– que tuvo algunos duetos con la gran soprano griega Christina Poulitsis acompañados por la Orquesta Sinfónica Nacional ERT dirigida por el español Jordi Bernàcer en lo que se ha considerado uno de los eventos más importantes para el país y que puso en pie a todo el público que incluso coreó algunas frases en español de las propinas que regaló el Maestro, como “Granada” o “Bésame mucho”. No pudo disfrutar mucho Plácido de la isla, dos días después, su apretada agenda le llevaba a Munich con un concierto solo acompañado de un piano dentro del Bayerische Staatsoper, donde una vez más puso al experto público en pie tras cada intervención.

El concierto en Creta, que marcó el esfuerzo más amplio para promocionar la región de Sitia y Lasithi, contó con la presencia del Vicepresidente del Parlamento Yiannis Plakiotakis, el Gobernador del Banco de Grecia Yiannis Stournaras, el Ministro de Desarrollo Rural y Alimentación, Lefteris Avgenakis, Alexandros Exarchou, el Vice Presidente y CEO de Intrakat Group, Antonis Bartholomeos, CEO de Pankreta Bank y Eleni Vrettou, CEO de Attica Bank, máximos responsables de las tres empresas con visión y fe en la cultura y en resaltar la identidad distintiva de esta zona que apoyaron este concierto, además de Agni Baltsa, Marios Fragoulis, Takis Zaharatos y otros.

Uno de los objetivos importantes del concierto fue dar a conocer y promocionar la ciudad de Sitía y la región de Lasithi, que todavía tiene el auténtico sabor cretense, un área de rico interés histórico y belleza natural única. Esta ciudad se encuentra en una colina, dominada por un fuerte veneciano recién restaurado, que desciende hasta la pintoresca bahía de Sitía, y el puerto. La ciudad es el lugar perfecto para perderse y disfrutar de su particular atmósfera. Las estrechas calles que desembocan al paseo marítimo evocan escenas típicas de la vida de la isla.

Hay otra buena razón para venir aquí: solo unos kilómetros más adelante se encuentra el famoso bosque de palmeras de Vai, con más de 5.000 ejemplares y con su maravillosa playa, un oasis en medio del paisaje semiárido de esta parte de la isla. Se trata del bosque de palmeras más grande de Europa, sorprende, al tomar el desvío de la carretera hacia la playa, como el paisaje va cambiando hasta encontrarse rodeado por multitud de palmeras que dan acceso a una playa de aguas claras y cristalinas.

Un lujo poco habitual

Lasithi es una región fascinante con excelente belleza natural y marcados contrastes su meseta es amplia y de suave relieve, en la que se erigen una veintena de pueblos, monasterios y el monte Dicté, donde la tradición señala que nació Zeus. Aquí se siente la «soledad, silencio y blancura» en palabras del escritor Lawrence Durrell. Por un lado cuenta con uno de los centros turísticos más famosos del mundo, Elounda, la zona con los resorts más lujosos de la isla y considerada una de las zonas más cosmopolita, ahí destaca el complejo hotelero Elounda Mare, que lleva el nombre de la zona y ofrece cientos de habitaciones y villas, muchas de ellas con piscina privada, y, por el otro, invita a explorar regiones vírgenes, antiguas ciudades y pueblos medievales, gargantas y montañas que parecen inexplorados, playas donde se puede experimentar la tranquilidad absoluta.

La capital es Agios Nicolaos que de ser un pequeño pueblo de pescadores, se ha convertido en los últimos años en uno de los centros turísticos más famosos de Creta gracias a sus hermosas playas y su historia milenaria. El centro de la ciudad, caracterizado por tiendas y pequeñas boutiques, serpentea alrededor del hermoso lago Voulismeni que conecta directamente con el mar gracias a un estrecho canal. El puerto es, sin duda, la zona más animada, especialmente por la noche, con decenas de restaurantes y terrazas que sirven platos locales particularmente deliciosos como los omaties, un tipo de chicharrón de cerdo relleno de arroz, hígado picado, sultanas y especias, las populares tapas Dolmadakia que se prepara con hojas de parra rellenas, un raro y sabroso queso cremoso llamado Xygalo Siteias y sus elogiados pasteles Halva, que se preparan con una gran variedad de ingredientes: desde frutas, frutos secos, semillas, hasta incluso verduras y algunos cereales. Todo acompañado de un Retsina un vino blanco resinado griego que se ha elaborado durante al menos 2000 años, con un sabor único debido a la práctica de sellar los recipientes del vino con la resina del pino de Alepo en épocas antiguas.

Sitía es una bonita ciudad costera, habitada desde la época minoica, que prosperó en todos los periodos históricos de Creta, desde los años clásicos hasta la época del dominio otomano. La nueva ciudad de Sitía comenzó a construirse en 1870 y actualmente cuenta con una población de unos 11.000 habitantes. En comparación con otros centros cosmopolitas de la isla, Sitía ha sufrido en menor medida el desarrollo turístico. Enmarcada por idílicas playas y numerosos monumentos, podría ser el refugio ideal para quienes buscan unas vacaciones tranquilas, pero también un buen punto de partida para realizar fascinantes excursiones por toda Creta oriental.

Una de las más atractivas es a la isla Spinalonga a la que se llega en un corto paseo en barco desde varios puertos cercanos. Se encuentra en el golfo de Mirambello y originalmente no era una isla, sino una península pero durante la ocupación de la isla por Venecia, fue separada de la costa para mejorar su defensa. Debido a su ubicación, crucial para la protección de Creta de los ataques turcos, se construyó en la isla una fortaleza muy importante rodeada de treinta y cinco cañones y murallas que bordean toda la costa que hoy en día se conserva en muy buen estado. Pero por lo que más fue conocida es por la colonia de leprosos que funcionó allí en la primera mitad del siglo XX. Las casas abandonadas, el antiguo hospital, la escuela y el cementerio recuerdan las historias personales de los pacientes que se exiliaron allí y hacen de la isla un lugar cautivador y mágico.

Un monasterio del siglo XV

Sin duda el monumento más importante de Sitía y Lasithi es el Monasterio de Toplou, dedicado a Nuestra Señora de Akrotiri, con un campanario de 33 metros de altura, donde tuvo lugar el concierto de Plácido Domingo; un monasterio del siglo XV que contiene un pequeño museo sobre la historia del asentamiento y conserva una pequeña capilla con frescos de gran valor artístico. El Monasterio de Toplou es el único ejemplo sobreviviente de los muchos monasterios, grandes y pequeños, que una vez estuvieron en el área de Sitía, todos eventualmente destruidos por las guerras y las incursiones piratas. Se alza en un paisaje agreste, casi desértico, con gigantescas turbinas eólicas girando al fondo, en lo que es uno de los primeros parques eólicos en Creta.

El Monasterio de Toplou alberga una buena colección de iconos del siglo XV que, junto con otros ejemplos posteriores, son de gran interés artístico ya que muestran las etapas de desarrollo de la Escuela de Arte de Constantinopla, que influyó en el arte cretense. Entre ellos destacan las obras de Ioannis Kornaros, especialmente el ícono «Grande eres Tú, oh Señor, y maravillosas son tus obras» con fecha de 1770, de gran tamaño y con cientos de figuras.

En la larga historia del monasterio hay algunos hitos importantes, uno de los más reciente es su papel en la Segunda Guerra Mundial. Durante la ocupación alemana, en la que fue la primera invasión en paracaídas de la historia, el Monasterio de Toplou desempeñó un papel destacado en la Resistencia, como base inalámbrica en comunicación con el cuartel general aliado en El Cairo y como refugio para los operativos de la resistencia. Cuando los alemanes descubrieron la actividad del monasterio, arrestaron al abad, a los monjes y a los combatientes de la resistencia que encontraron allí. Fueron llevados a la prisión de Agia y ejecutados. Aunque los alemanes originalmente planearon volar el monasterio, finalmente se limitaron a confiscar sus propiedades.

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