Amapala, la desconocida perla del Pacífico

Los pescadores preparan las redes. El olor a café recién preparado nos asalta desde las ventanas. Estamos en la Isla del Tigre, en el municipio hondureño de Amapala.

amapala

Según cuentan los lugareños, Amapala fue bautizada como Isla del Tigre por la presencia de un temible grupo de piratas que encontraron allí asentamiento a finales del siglo XVI. Estaban comandados por el sanguinario corsario inglés Sir Francis Drake, que debido a su ferocidad era apodado como “El Tigre” por los indígenas de la zona. Hay quienes incluso afirman que allí siguen enterrados algunos de sus tesoros. Tras Drake, otros grupos de corsarios ingleses, franceses y holandeses pasaron por la isla, acrecentando las innumerables leyendas del lugar.

De eso hace ya tiempo. El pasado reciente de Amapala es otro, el de uno de los puertos comerciales más importantes de Centroamérica. A lo largo de siglo y medio buena parte del comercio marítimo internacional de esa zona del Pacífico hizo escala en la isla. Durante ese tiempo se dieron cita en Amapala ilustres personalidades de la época. Algunos amapalinos atestiguan que hasta el mismo Albert Einstein pasó por allí, y exhiben con orgullo la casa donde presuntamente tomó hospedaje el científico alemán.

amapala puerto

Si bien es cierto que su esplendor económico se fue diluyendo en el tiempo con el traslado del puerto marítimo a otro enclave de la costa hondureña, Amapala sigue teniendo mucho que ofrecer al visitante. Empezando por su propia historia. Hileras de casas de madera se despliegan a lo largo de su casco urbano, vestigio de aquellas majestuosas construcciones que erigieron los comerciantes alemanes en otra época. Igual que el antiguo Casino y el edificio de Aduanas, construidos a principios del siglo pasado, que revelan en silencio la gloria comercial de aquel antaño.Su naturaleza volcánica le confiere además un hábitat natural extraordinario. Allí converge una extensa variedad de especies animales, como el majestuoso venado de cola blanca, el armadillo o el garrobo.

Pero son sobre todo las aves acuáticas las que acaparan la atención. Tan pronto estamos contemplando a una bandada de inmensos pelicanos acodados sobre el manso oleaje, como nos vemos surcando los esteros del golfo en busca de la fauna aviar de los manglares, o explorando “La Laguna”, un ecosistema constituido asombrosamente en un pequeño cráter a las faldas del volcán, donde cohabitan armoniosamente las más inusitadas especies de aves residentes y migratorias.

amapala aves

En cuanto a sus playas, el mayor encanto radica en la variedad morfológica que ha ido conformando cada una de ellas, fruto de los procesos de sedimentación y las corrientes marinas. De ello dan crédito la arena volcánica de Playa Negra o la emblemática Cueva de la Sirena, un antiguo respiradero del volcán situado junto a la orilla de Playa Grande.

Cuando el ecoturismo cobra vida
Con el traslado de la actividad comercial, la isla a punto estuvo de sucumbir al olvido. Fue entonces cuando, más allá de las actividades tradicionales de la pesca y la agricultura, la comunidad local encontró en el ecoturismo una nueva fuente de sustento. Distintos organismos de Cooperación Internacional se hicieron eco de ello y ayudaron a impulsar el desarrollo turístico de Amapala, respetando siempre la máxima de que éste debía de ser gestionado por sus propios habitantes. Sin ir más lejos, la Junta de Andalucía, a través de su Agencia de Cooperación para el Desarrollo, viene fortaleciendo desde hace años las capacidades locales del municipio y apoyando a los distintos grupos sociales que en él confluyen.

Amapala dista mucho de ser un destino turístico internacional de primer orden, pero quizá gracias a ello no haya sucumbido aún a la desmesura del cemento. Todo viajero que se precie ansía dejarse seducir en todo momento por la autenticidad del destino. La belleza natural de esta isla, la hospitalidad de sus gentes y la virginidad del entorno nos ayudarán a dejarnos abrigar  por esa certeza.

amapala playas

Como prueba de este nuevo enfoque que le vienen dando sus habitantes al municipio, el turista tiene la posibilidad de hospedarse en alguna de las muchas “casas de huéspedes” de la isla, sin renunciar por ello al confort y a la privacidad. Tendrá así ocasión de conversar apaciblemente con las familias que le alojan, conociendo con mayor profundidad el destino a través del testimonio idiosincrático de sus gentes.

Si por el contrario el visitante prefiere ganar en comodidad y reposo, siempre podrá alojarse en alguno de los hoteles de la  isla. Perfectamente equipados, facilitan al turista todas aquellas atenciones y servicios que pueda precisar. Los paseos en lancha y las excursiones a las pequeñas islas adyacentes son algunos de los más demandados. El hecho de que estos hoteles se encuentren armoniosamente emplazados en el entorno natural de la isla ayuda a salvaguardar la veracidad del destino y, por tanto, la experiencia del turista.

amapala casa

Aventura y sosiego

Amapala es un lugar idílico para el descanso y la contemplación. No obstante, aquellos intrépidos turistas que así lo deseen podrán lanzarse a la aventura de coronar la cima del volcán. Situada a casi 800 metros sobre el nivel del mar, es accesible a través de un sendero que se encuentra convenientemente habilitado para su uso. Es recomendable emprender el camino a primera hora de la mañana, bien provistos de agua y con ropa ligera, para burlar así el sofoco del sol de mediodía. El ascenso nos llevará aproximadamente entre dos y tres horas, durante las cuales podremos observar la fauna y flora autóctonas del lugar.

Una vez en la cima es tiempo de disfrutar de las impresionantes vistas del Golfo de Fonseca, desde donde se divisan los países vecinos de Nicaragua y El Salvador. Por si fuera poco, tendremos ocasión de pasear entre los restos de las barracas, polvorines y trincheras de las que hicieron uso las tropas norteamericanas allá por los años ochenta.

golfo de fonseca

A nuestro regreso nos habremos hecho acreedores de un más que merecido almuerzo. Huelga decir que a la hora de saciar nuestro apetito podremos deleitarnos con una variedad de productos típicos extraídos del mar. Contaremos además con el aliciente de saber que se tratará siempre de alimentos tan insultantemente frescos que probablemente hayan sido capturados del fondo marino al comienzo de la jornada. Entre los platos estrella destacan la langosta, el pescado frito y la sopa de mariscos. Un verdadero festín para el paladar.

Amapala es, en resumidas cuentas, un lugar que incita al turista a perderse lejos del mundanal ruido de las grandes urbes. Un destino atípico para aquellos viajeros que desean alejarse de las rutas turísticas convencionales. Sus calles están impregnadas de historias del ayer. Tras su vegetación se esconden playas semidesiertas. Un refugio de vida animal en pleno corazón de Centroamérica cuyas gentes, sencillas y hospitalarias, harán que se sienta partícipe de las vivencias cotidianas de la isla. Aunque nadie sepa con certeza cuánto de verdad hay en que los piratas enterrasen allí sus botines, Amapala de por sí ya es un tesoro. Es por eso que la llaman “La perla del Pacífico”.

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