El turismo inmobiliario en República Dominicana

En República Dominicana se ha aprendido que el turismo es mucho más que un sector económico: es la columna vertebral de su proyección internacional. Con más de 6 millones de turistas internacionales hasta agosto de 2025, se alcanzan cifras históricas que consolidan al país como el principal destino del Caribe. Sin embargo, detrás de ese éxito existe un fenómeno silencioso, pero cada vez más influyente: el turista que deja de ser pasajero para convertirse en propietario.

En este nuevo panorama, profesionales, familias y jubilados que llegan por una o dos semanas al país regresan meses después con la decisión de adquirir una propiedad o apartamento en Punta Cana, una villa en Las Terrenas o un condominio en Santo Domingo. Ese tránsito de turista a inversionista es el resultado de la combinación entre hospitalidad, estabilidad económica y oportunidades inmobiliarias.

Una tendencia que se va observando es que el turista de hoy ya no se conforma con visitar, “quiere pertenecer”. Y encuentra en la inversión inmobiliaria una vía para establecer ese vínculo duradero, en este caso con la República Dominicana.

No son grandes consorcios financieros, sino individuos o familias que buscan diversificar sus ahorros. Un dominicano de la diáspora que decide tener un pie en su tierra. Un canadiense que, después de visitar cinco inviernos seguidos, encuentra más lógico comprar una residencia, que alquilar. O un colombiano que identifica a República Dominicana como la puerta de entrada más estable al Caribe.

Punta Cana sigue liderando la escena, con más del 59 % de las llegadas aéreas. Samaná avanza con un turismo boutique ligado a la naturaleza; Puerto Plata renace gracias al empuje de los cruceros y la renovación hotelera; Santo Domingo atrae a quienes buscan combinar cultura, negocios y vida urbana; y Miches y Pedernales se perfilan como la nueva frontera del desarrollo, impulsados por carreteras y proyectos de infraestructura que hace pocos años parecían imposibles.

En este sentido, el turismo inmobiliario está reconfigurando el mapa de la inversión y abriendo oportunidades en regiones que históricamente habían quedado rezagadas.

Sin embargo, ningún turismo inmobiliario sostenible es posible sin infraestructura adecuada: carreteras, aeropuertos internacionales cercanos, energía, agua potable, telecomunicaciones y una relativa estabilidad económica y política son las premisas que permiten que los proyectos inmobiliarios funcionen y que los visitantes se sientan seguros para invertir.

El caso de Punta Cana es referente: la ampliación de su aeropuerto y la conectividad aérea con más de 60 destinos internacionales ha sido clave para atraer compradores extranjeros. Samaná y Pedernales, por su parte, muestran cómo la inversión en carreteras y accesos facilita el desarrollo de resorts y comunidades residenciales, generando confianza tanto en inversionistas como en turistas.

Sin infraestructura de calidad, incluso los proyectos más atractivos pierden competitividad. La construcción sin apoyo logístico limita la ocupación, la rentabilidad y el crecimiento a largo plazo. Por eso, todo desarrollo inmobiliario turístico debe ir acompañado de planificación urbana y mejoras en servicios públicos, garantizando que el crecimiento sea sostenible y beneficioso para las comunidades locales.

Algunos consideran el turismo inmobiliario como la venta de apartamentos a personas no residentes; pero estos programas hay que verlos como un ecosistema. Cada propiedad adquirida representa empleos en construcción, servicios de mantenimiento, seguridad, transporte, gastronomía y comercio.

En 2024, el turismo en República Dominicana generó más de 26,000 millones de dólares en aportes al PIB y sostuvo alrededor de 949,000 empleos, una parte creciente de esos empleos está vinculada directamente con el mercado inmobiliario turístico. En este sentido, es una apuesta estratégica de largo plazo, pues un turista que se convierte en propietario no solo trae divisas una vez al año, sino que las inyecta constantemente en la economía local.

Se convierte en embajador del país, en consumidor recurrente y muchas veces, en puente para nuevas inversiones.

No obstante, el auge del turismo inmobiliario no viene sin desafíos; ya que la sostenibilidad del desarrollo exige una eficiente planificación urbana, calidad constructiva y regulación transparente.

Por otra parte, la sostenibilidad ambiental es otro punto crítico. La República Dominicana depende de su riqueza natural: playas, montañas, ríos y arrecifes; que son recursos frágiles, donde intervienen muchos factores para su preservación y sostenibilidad, Cualquier inversión que los ponga en riesgo es un riesgo irreversible para el futuro.

Finalmente, en todo momento está la responsabilidad institucional; el gobierno, las autoridades locales, los desarrolladores e inversionistas que deben actuar coordinadamente para crear un marco claro y confiable, siendo la transparencia la mejor garantía para atraer capital serio y de largo plazo.

En conclusión, el turismo inmobiliario es considerado hoy como una extensión natural de la industria turística, pero al mismo tiempo es un sector con identidad propia. No se trata solo de vender propiedades, sino de proyectar un país confiable, moderno y sostenible. República Dominicana tiene la oportunidad de convertir a cada visitante en un aliado de largo plazo, en alguien que no solo disfruta de las playas, sino que apuesta por el futuro. El reto está en gestionar este crecimiento con responsabilidad, asegurando calidad, planificación, infraestructura y respeto al medioambiente.

Tomado de la página de Facebook de José Luis Perello

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